Teruel

Para el visitante Teruel ofrece una magnífica ruta monumental en el casco de su ciudad que en sí ya vale la pena por sus barrios evocadores de ambientes judíos y moriscos, por sus plazoletas y callejuelas, así como por las rutas al aire libre en sus alrededores. Es imprescindible completar la visita con la gastronomía de denominación de origen como el jamón de esta tierra o las cerezas del valle del Jiloca.

Teruel es una ciudad cuya visita cultural se puede compaginar con la correspondiente visita gastronómica, y si el tiempo acompaña lo más apropiado es ir merodeando de bar en bar probando sus sugerentes tapas, embutidos y vinos.

Así, podremos acudir a locales como Taberna Donosti (Joaquín Costa, 4), Gregory (Paseo del Ovalo, 6) o Taberna Rokelin, con una gran selección de embutidos y varias direcciones (Joaquín Costa, 33; Santa Amalia, 17; Avenida Sanz de Gadea, 1; Ramón y Cajal, 17; y Rincón, 2).

Para las copas, la animación nocturna se centra, a partir de las once de la noche, en La Zona, entramado de calles angostas junto a la antigua judería de la ciudad, entre las Plaza de San Juan y la Ronda de Amberes. Se puede vagar por la plaza Bolamar y por las calle Valcaliente, San Esteban, Abadía, San Andrés y La Parra.

En el ámbito de las compras, Teruel es reconocida por su tradición ceramista. Hay que echar un vistazo al taller de Fernando Llorent (Puente de las Tablas, s/n) o Cerámicas Punter (Joaquín Costa, 7).

Para productos gastronómicos, por supuesto, destacan las Tabernas Rokelin, aunque hay otros locales estupendos como Jamón de Teruel (Joaquín Costa, 29), Aquí Teruel (Yagüe de Salas, 4) y para los más golosos, Confiterías Muñoz tiene varias direcciones donde se venden dulces mudéjares, suspiros de amantse y otros dulces (Plaza del Torico, 23; Avenida de Sagunto, 40; y Avenida Ruiz Jabato, 6).

Por último, en cuanto a la oferta lúdica, se debe visitar el parque paleontológico Dinópolis, que encantará a los niños y a los mayores (Polígono Los Planos).