De pinchos por Pamplona

En Pamplona no se va de tapas, sino de poteo o de chiquiteo. Los bares se cuentan por docenas en cada calle, pues el noble arte de los pinchos es todo un rito ente los pamploneses. La zona principal es, naturalmente, el casco viejo, sobre todo las calles Estafeta y San Nicolás.

Entre los pinchos, lo más característicos son los fritos, y el precursor de ellos fue el bar Monasterio (calle Espoz y Mina), con su frito de huevo allá por la década de 1940, y todavía sigue siendo su mejor especialidad, junto con el balacao y los pelotaris (vermú sin hielo y con sifón).

En la misma calle buen ambiente y excelentes pinchos de diseño se ofrecen en el Gaucho y Guria. La plaza del Castillo es el punto de encuentro y de inicio de la ronda. En ella se encuentran establecimientos como el Kiosko, con sus fritos de pimiento y rollitos de calabacín; el Txoko, cuya especialidad son las patatas rellenas y las gambas rebozadas; Bearin Plaza, con buenos mejillones y sepia a la plancha; el Iruña que ofrece tapas que bien parecen alta cocina en miniatura.

Continuando por la calle Estafeta se pueden degustar los deliciosos tigres de Las Vegas, las alcachofas y tortilla de hongos de Pirineo, los espárragos rellenos de Fitero, y en el Bodegón Sarría, un rosado.

Para degustar buenos calamares y una excelente tortilla de patatas hay que ir a Cordovilla, en Navarrería, junto a la Mejillonera y el Mesón de la Tortilla, San Gregorio y San Nicolás albergan otros establecimientos como El Museo donde hacen exquisiteces como flan de esparrágos o crepes de mejillón; Iru, cuyos boquerones y brochetas son una delicia; El Marrano, San Nicolás y Baserri son otros locales indispensables.

Por último, otra zona de poteo es San Juan. En la avenida de Bayona están El Molino, con sus ricos pinchos de ensaladilla picante, riñones y alcachofas rellenas; La Fonda que sirve un sorprendente taco de relleno de carne; y José Luis que sirve montaditos de roquefort con anchoa.